Taza: Objeto indiscutiblemente generador de buenas sensaciones. Acompañado
con el movimiento de un pequeño elemento de metal, llamado cucharilla, produce
un tintineo que lo hace más apreciado. La bebida caliente que suele contener y
su olor duplican el disfrute de la experiencia.

Si bien Godard consigue que creas que esta pieza de porcelana u otro material podría contener el universo entero (Ver El universo en una taza), te conformas con que te traiga a la memoria (y sin necesidad de magdalena que lo acompañe) momentos de confidencias y calor humano. Si la expresión “Nunca te faltará un plato en esta mesa” es la reina de una hospitalidad, resultaría tremendamente delicioso que te dijeran: “Aquí siempre habrá una taza para ti”. Taza es sobremesa y la sobremesa es conversación distendida: infinitamente mejor.

 John Ford, aglutinador de personajes en torno a una mesa, debidamente organizada por una fémina, muestra a Ward Bond en Centauros del desierto terminando su café tras haber presenciado a Martha mimando la capa de Ethan (John Wayne), su cuñado, que está de visita: ambos están claramente enamorados. A su espalda pasan estos dos personajes y Bond se muestra ensimismado en su brebaje, como si nada hubiera pasado, aunque todo ha sucedido…

El último gran apunte de porcelana cinematográfica vino de la mano de Cronenberg. En Un método peligroso era delicioso ver a Jung (Michael Fassbender) un tanto pendiente del dulce mientras compartía con Freud una charla aderezada con el sonido de tazas y platos con su correspondiente café o infusión. Esa pequeña obsesión alimenticia marca la diferencia: a la mierda el biópic al uso.

 Tan deliciosos son esos tés de las cinco de película victoriana tipo Ivory (Lo que queda del día, Regreso a Howards End), como ese desayuno acelerado de los hermanos Marx en Una noche en la ópera -ahí sí que suenan las tacitas, platillos y cucharas-, o esa broma en Único testigo en la que Harrison Ford, parafraseando un anuncio, le suelta a una familia amish: “Cariño, este café es estupendo”, quedándose planchado por la falta de feedback.

La porcelana es la tranquilidad de conservar las costumbres en territorio bárbaro: habitualmente europeos emigrados a África y esa América en poder de los indios, porque en Asia se eleva su uso a niveles exquisitos: Zhang Yimou, Trang Anh Hung y otros tantos así lo han reflejado.

En muchas ocasiones la porcelana es una excusa para destapar un pastel. Pero en Sospechosos habituales resulta muy poco dulce: una taza de la casa Kobayashi se precipita contra el suelo y en ese momento se descifra todo el enigma en torno a Kayser Soze.

Evidente era el uso de este elemento, convenientemente acompañado del pitillo, en Coffee and Cigarettes. Cualquier excusa es buena para juntar a Iggy Pop y Tom Waits, a los White Stripes (Peg y Jack), así como a Cate Blanchett, Bill Murray o Steve Buscemi, aunque el resultado sea desigual

Esa tacita que te traen cuando estás enfermo y que puede contener una infusión, un poco de caldo de pollo, o ese café o té que es la excusa para alargar un encuentro, para superar una mala noche y reconfortarte como lo pudiera hacer un abrazo. Pero nunca, nunca, un vaso de cartón, por más que lo luzca Audrey Hepburn al comienzo de Desayuno con diamantes.

Una taza de bebida caliente es la excusa para muchas cosas. Aquí también lo es.

2 thoughts on “Cine en torno a una taza

  1. Para ampliar el aspecto práctico de las tazas, no hay que olvidar que en los tiempos de la Ley Seca algunos bares clandestinos las utilizaron para servir bebidas alcohólicas de forma disimulada. Gracias a su vajilla, el local que aparece al principio de “Con faldas y a lo loco” podía ocultar su condición de club licencioso y aparecer ante las redadas de la policía como una honesta cafetería… elevando las sospechas sobre los efectos del exceso de cafeína. Como siempre, lo importante es el contenido.
    Enhorabuena por el texto y saludos desde un cineclub sin acomodador.

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