El verano y la Navidad no son solo temporada alta para el turismo: también para el cine infantil. Las pantallas de todo el mundo siguen siendo visitadas por productos cada vez más y más sofisticados, dejando en evidencia que cine infantil, requiere de una gran elaboración: necesita buenos personajes.

Que se lo digan Pixar, a la factoría Aardman, a Miyazake, a Dreamworks, a Sylvain Chomet y, por su puesto, a Disney. Muchas de sus historias pueden dejar en ridículo al cine de acción real, en el que cada vez es más difícil encontrar una cosa básica en una buena película: que haya buenos personajes secundarios, esos que por muy pequeños que sean son capaces de robar escenas al más ‘pintado’: el protagonista.

Insectos, animalitos tiernos, objetos que hablan, y otros que no necesitan hablar, como los minions de Gru (que reconozcámoslo, son más bien una buena argucia publicitaria que un personaje integrado en la historia; un invento que sigue la estela de la genial ardilla de Ice Age). En el cine de animación reciente hay verdaderos descubrimientos y ahora es el momento de recuperarlos.

Mo, de Wall-E. La película es una joya. Se podría hablar de la pizpireta cucaracha amiga del protagonista –sí, una cucaracha que resulta tierna-, por ejemplo, pero sería ser demasiado minimalista. La elección de Mo, el pequeño robot encargado de la limpieza en la nave Axioma, se hace necesaria ya tiene más chicha narrativa que la gran mayoría de secundarios insulsos que pueblan la faz del cine de Hollywood.

El hombre de jengibre en Shrek. Su pequeño papel en la primera de la saga, en el que pedía a Lord Farquaad que no le quitase sus botones de caramelo y todo el patio de butacas empezó a adorarle. En las siguientes películas empezó a tener más protagonismo, demostrando ser un tanto nervioso y con un punto salvaje y oscuro, si bien la cosa llego a niveles un tanto surrealistas: en el especial de Navidad para televisión tiene miedo de Santa Claus porque se ha comido a su novia. Pero el ir un poco más allá de lo establecido, el ser incorrecto, se ha convertido en un santo y seña de la animación más actual (y de la acidez de creadores como Seth McFarlane, mejor no hablamos, demasiado fácil, demasiado indigesta).

Rex, de Toy Story. El más temido de los dinosaurios y el más querido por los niños: el Tyrannosaurus Rex. Y deciden ponerle esa voz y esa personalidad irresistible: le hacen hasta reírse de sus brazos cortos. No es el único gran secundario de esta portentosa trilogía. Qué decir de Mr Potato (Recordándose a sí mismo ante un grupo de Barbies “Soy una patata casada, soy una papata casada) y Mrs Potato (introduciendo en el cuerpo de su marido una gran cantidad de porsiacas cuando inicia una aventura con el resto; del cerdito Ham; del genial pingüino constipado; del erizo, un actor de método con traje tirolés, de la última entrega.

Shaun, la oveja de Wallace y Gromit. Más inglés que el té de las cinco. Las aventuras de los personajes estrella de la factoría Aardman tienen un charming especial. La oveja Shaun hizo su aparición en El esquilado apurado y desde entonces es la reina del merchandising de la casa. Hay otros que tampoco hablan y son terriblemente geniales, dejando de lado a Gromit, el rey del cotarro mudo, el intrigante pinguino Feathers McGraw, de Los pantalones equivocados, es otro de los irresistibles personajes.

Dug en Up. Es un personaje terriblemente adorable. Este perro que se comunica a través de un collar electrónico que traduce lo que piensa está destinado a ser uno de los mejores personajes caninos que se han visto en la gran pantalla. Los de su raza le rechazan porque lo consideran torpe, uno de los puntos que le convierte en el perro a querer junto a su obsesión de encontrar el cariño de un amo. Prestará ayuda a los geniales protagonistas, Carl y Russell, por mucho que se interponga la palabra ‘ardilla’, que le tiene un tanto despistado.

La niña del gatito en Frankenwennie. La última cinta de stop-motion de Tim Burton vuelve a concentrar una colección de grandes personajes. En ella, sin duda, la niña de ojos grandes con el gatito es la estrella. Se dedica a contar los sueños algo así como premonitorios sobre otros niños que tiene su gato, el Sr Bigotes. Su mirada fija y su tono serio hacen que no se lleve bien con la gente en general, lo que la convierte en un personaje terriblemente burtoniano.

El pingüino Skipper en Madagascar. Dreamworks sigue insisiendo en crear segundarios con punch y en la muy fresca Madagascar consiguió otro personaje inolvidable con Skipper, una especie de agente especial a cargo de un grupo de ataque súper preparado en las más variadas técnicas de combate. Al final, la aguerrida cuadrilla no deja de ser un grupo de pingüinos, lo cual crea no pocos inconvenientes.

Otros grandes de Pixar:

Anton Ego, el crítico gastronómico de Ratatouille termina robando protagonismo a Remy, sobre todo cuando descubre en esa escena genial un plato que le recuerda a la comida que se madre le hacía con tanto cariño. El personaje, por cierto tenía la voz de Peter O’Toole.

Edna ‘E’ Mode, la diseñadora de los trajes de Los increíbles, que recomendaba que “¡nada de capas!”, es lo mejor de una película un tanto descafeinada si se la compara con otros productos de la casa de Lasseter. En ella se siguió la tradición que muchos estudios de animación han querido conservar, y su director, Brad Bird, fue el encargado de poner la voz. (En Madagascar pasó lo mismo con Skypper) Sobre todo porque Lili Tomlin, que se iba encargar de tal cometido, se dio cuenta que él era el que mejor lo podía hacer.

El poder de un buen secundario sigue siendo incuestionable y el cine de animación lo ha entendido a las mil maravillas.

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