Un sobrio escenario, unas cuantas sillas, tres mesas y un pequeño telón rojo que sólo se verá al final. Luces un tanto dramáticas para dar atmosfera y movilidad a un parlamento solitario. Rafael Álvarez ‘El Brujo’ vuelve a Madrid y está dispuesto a hacer magia con estos elementos. Con ellos, con su arte y, por supuesto, con un texto: El testigo, que viene de la pluma de un enamorado del flamenco, Fernando Quiñones.

En escena tenemos a un personaje peculiar, un señor gaditano de los que les gusta exprimir el lenguaje a fondo, a fuerza de exagerar lo que dice, de ser redundante hasta la extenuación. De esta manera, ‘El Brujo’ capta en su esencia el modus vivendi de una generación a punto de desaparecer: esa que se crió a base de tabernear y aprender a palos.

Tal señor trae hasta las tablas a una serie de fantasmas, personajes que Dios tenga en su gloria y de los que parece ser el único que puede contar algo. El mayor de estos desaparecidos, el que centra el hiperrealista monólogo, es Miguel Pantalón, que de un momento a otro pasa de ser un cantaor genial a convertirse en un mediocre sin “encanto”. Un tipo que sacaría un solo disco en el que ni siquiera salía su foto.

Juego de intensidades

El actor despliega su dominio del gesto, tanto, que es capaz de hacer un juego de intensidades con él, combinándolo con una voz de cazallero cuyo volumen sabe subir o dejar en el susurro en el momento exacto. Además, como en otros espectáculos, demuestra que sabe meterse al público en el bolsillo con detalles como mirar la hora y decir que ya “no hay más que contar”, porque “sería repetirse”. Y sin embargo sigue. Y funciona.

Para el último tramo del espectáculo queda alguna de las anécdotas que deslizó en sus anteriores trabajos. Como cuando habla de la cojera de su padre, o de un sacerdote que tenía a Conchita Montes en sus oraciones. Es entonces cuando el patio de butacas estalla en carcajadas y no duda en levantarse para aplaudir con fuerza. Su despliege genial sin duda lo merece.

‘El testigo’ se representará en el Teatro Infanta Isabel de Madrid hasta junio.

Artículo publicado originalmente en El Confidencial

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