-“Tarantino, él sí que es un bastardo”.

Ya no se lo digo más. Es un caso perdido. Ni Reservoir Dogs, ni Pulp Fiction, ni Kill Bill –pero la dos, que la primera sería mucho atrevimiento-. No. Mi padre no soporta a Tarantino y no hay nada que hacer.

-“Éste se cree un Peckimpah con gracia, y maldita la que tiene” –continúa quejándose mi padre-. “Y ahora quiere emular a Robert Aldrich y su Doce del patíbulo. No tiene nada que hacer”. Desde que vio alguna de las imágenes de Malditos bastardos, le ha dado por revisitar algunas de las películas sobre misiones en la Segunda Guerra Mundial: “Esto sí que merece la pena”, me dice mientras me muestra algunas películas rebuscadas en su impresionante colección de cine clásico.

Yo, como siempre, le rebato sus encendidos ataques a las figuras del cine actual, pero tengo que admitir que tengo debilidad por algunas de las cintas que me muestra. Doce del patíbulo, sin ir más lejos, me parece un divertimento excelente para una tarde de fin de semana en la que no tienes planes. Me encanta ver a Lee Marvin en su enésimo papel cínico dirigiendo a esta pandilla de chalados entre los que se cuela el gran director John Cassavetes; Donald Sutherland, siempre el mejor loco de todos; o Charles Bronson, en su enésimo papel de tipo de acción y pocas palabras.

“Y ahora me dirás que el Bronson es mejor que Brad Pitt”. Aquí se calla. Menudo carrerón final se pego el tío. Pero, vale, en esta época supo elegir. Formó parte del reparto de otra de las películas que me muestra mi cinéfilo progenitor: La gran evasión, otro trabajo en equipo para escapar, en esta ocasión, de un campo de prisioneros. Adoro ver a Steve McQueen con su ropa sport intentando fugarse una y otra vez. La más gloriosa de las veces, en una moto conducida por él mismo.

Las cosas ‘claras’ te pueden matar

De esa película aprendías, además, varias cosas que te podrían servir en el hipotético caso de que te vieras en la misma situación. Si te esforzabas en hablar en alemán cuando te pedían los documentos, nunca había que caer en la trampa de contestar al comentario en tu idioma de “su alemán es muy bueno”. Si te escapabas por un agujero cercano a las alambradas, mejor llevar cosas oscuras, y nunca, absolutamente nunca, paquetes forrados de papel. Las estancias en el calabozo –la nevera, la llamaban aquí- se llevaban mejor con la compañía de una pequeña pelota que arrojar contra las paredes -¡ojo! pelota de beisbol-. Y si había que elegir un medio de transporte, lo adecuado era un barco.

También me muestra Los cañones de Navarone, que nunca llegué a ver a pesar de contar en su reparto con Richard Harris, con el que, qué tontería, tuve una ligera obsesión. En cambio, sí me tragué una más moderna Fuerza 10 de Navarone, con el hombre, Harrison Ford.

Al final veo con él la de Harris. Una gozada. Me dice:

-“¿Ves? Con películas así ¿quién necesita los Bastardos de Tarantino?”.

“Es verdad, papá”, le digo, mientras cruzo los dedos a mi espalda. 

*Entrada publicada originalmente en El Confidencial

3 thoughts on “En guerra con Tarantino

  1. 'La gran evasión', de las que nombras, me parece la más inolvidable de todas. Sobre todo porque siempre recordaré a McQueen estampándose contra las alambradas de pinchos con su motocicleta Triumph.

    Sí creo, como tu padre, que Tarantino no es TAN como otros quieren ver, pero de lo que no hay duda es que es un director clave en los últimos 20 años.

    PD: De Kill Bill me quedo con la segunda ;P

  2. Aunque conoces mi aprecio y consideración, tengo que decirlo: Tu padre si que sabe. Tarantino no está mal, pero si a su lado suenan los nombres de Peckimpah y Aldrich, palidece de forma alarmante.Tras el fulgor y los alagos de sus inicios,creo que el tiempo le va colocando en su sitio.
    Su mayor problema es paradojicamente incurable: Su galopante cinefilia. Me encantó el debate.Saludos

  3. Emilio, sé bienvenido a La hija del acomodador. 'La gran evasión' es la que más veces he visto sin duda: es un clasicazo. Y sí, la segunda de Kill Bill con todo el aprendizaje de las artes del samurai y la escena de la tumba, me puede.

    V, mi padre es la mejor manera de expresar mi desconfianza hacia el ecléctico cine moderno y más en el caso Tarantino. Gracias por pasarte por aquí, donde sabes que siempre tienes un sitio de honor.

    Abrazos!

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