Llega Cannes y con él, Michael Haneke. Pero no toca aquí hablar del brillante pero despiadado cineasta -a quien se podría incluir en un listado que llamaría Los directores que no amaban a sus personajes (por seguir la tónica de Los directores que amaban a sus actrices)-. No. De quien se debe hablar -un poco- es de Jean-Louis Trintignant, que vuelve a las pantallas como su actor protagonista en Amour, la cinta que presenta en el festival de festivales.

Estos son los momentos que hacen posible amar a este actor francés cuya sobriedad no impide mostrar destellos de una fuerza interior brutal.
Mi noche con Maud

Hipnotismo auténtico ante esa larga noche con Maud. Se casará con una rubia, pero esta morena en manos de Françoise Fabian le atrapa durante varias horas intensas de conversación al más puro estilo Rohmer. Ah, y le gusta Pascal.


El conformista
Posiblemente su mejor papel. Irresistible hablando de La caverna de Platón entre las luces y sombras que se forman en la estancia. Terrible tipo, por lo demás.


Rojo
Encantadores los personajes como el de este juez retirado: cabroncetes con mucha razón. Tringtinant aporta peso y sabiuría, y me entusiasma la relación que establece con esa modelo interpretada por la inigualable Iréne Jacob. Una complicidad que al final descubrimos que va mucho más allá…


 

 


A un lado se queda Un hombre y una mujer, que ha envejecido muy mal, y recuerdo Vivamente el domingo, la última película que realizó de Truffaut, y en la que estaba la mar de divertido junto a Fanny Ardant. Veremos que ha hecho Haneke de él, pero de momento solo amour.

1 thought on “‘Amour’ por Jean-Louis Trintignant

  1. Pasan los años y las arrugas se van profundizando, pero la mirada serenamente perpleja del gran Trintignant permanece intacta. Recuerdo una película de Zurlini en la que aparecía muy joven, "Verano violento". Aunque ahora que lo pienso, Trintignant nunca pareció joven. Siempre ha habido en él algo melancólico, un poso amargo. ¿Alguna vez hizo comedia? No lo sé, pero en un cine cada vez más infantilizado, la película de Haneke parece casi un acto de transgresión. Qué ganas de verla.

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