Como lágrimas en la lluvia o como sonrisas de felicidad bajo ella. Una huida bajo su efecto para finalmente refugiarse y llegar a un cálido beso, o, directamente, escenas de gran dramatismo y muestras de emoción bajo ella. El fenómeno atmosférico ha lucido como pocas cosas lo han hecho en la gran pantalla, sobre todo asociada a momentos emocionalmente muy potentes. Capaz de cambiar o acelerar situaciones, sus efectos son inagotables.

Quizá los minutos lluviosos más sublimes de la gran pantalla son los que firmó el gran John Ford en varios de sus trabajos. A bote pronto me acuerdo de dos. En Pasión de los fuertes, Wyatt Earp en la magnífica planta de Henry Fonda tapa con su chaqueta el cadáver de su hermano menor muerto a manos de uno de los Clanton. El momento es sublime y emocionante, como cuando en El hombre tranquilo John Wayne besa por primera vez a la pelirroja Maureen O´Hara. Todo en un escenario único: las ruinas de una iglesia celta con viejas lápidas. Sin duda es una de las pocas escenas en las que El duque -el genuino- pudo ser sexy: su camisa blanca se le pegaba al cuerpo por culpa del agua que le caía encima.

El que ha demostrado ser uno de sus alumnos con el paso del tiempo, Clint Eastwood, aprendió bien la lección y no se olvidó de algún que otro aguacero en varias películas. ¿Quién no recuerda el momento cumbre de Sin Perdón? William Munny llega al salón y planta cara al cacicoide de Gene Hackman, todo ello con un gran chaparrón de fondo que presagia un final dramático. Escalofriante también era el momento de Los puentes de Madison en el que el personaje de Meryl Streep decide entre el amor fou que le ofrece ese fotógrafo interpretado por Eastwood o quedarse en la seguridad de su hogar aparentemente equilibrado. El actor y director se plantaba bajo la lluvia demostrando que no sólo de pistolas vive el cine.

Las precipitaciones también precipitaron, valga la redundancia, algunos instantes románticos del cine de Woody Allen. En Manhattan, un gran aguacero lleva a sus protagonistas a refugiarse en el planetario, algo que da lugar a uno de los instantes más regocijantes y bellos de su filmografía. En la más reciente Match Point, le vió posibilidades y la utilizó en la escena en la que Jonathan Rhys Meyers cae rendido a los rotundos encantos de Scarlett Johansson. Así, ambos retozarán sobre la campiña inglesa mientras la lluvia les empapa. 


¿Qué hubiese sido del final de Blade Runner sin la lluvia? Poca cosa. Este momento no se pierde “como lágrimas en la lluvia”, sino que se fija a nuestra retina como un poderoso imán. El ángel caido Roy Batty demuestra su poder al salvar la vida del que le quiere dar caza, Rick Dekard. Un último gesto que le hace más grande y que necesita de la textura de las gotas deslizándose por su rostro. Estremecedor. 


Y por último, vuelvo a su faceta más amorosa para acordarme de la reciente Lady Chatterley, una película francesa que os recomiendo encarecidamente que veáis si quereis descubrir cómo se puede tratar de una manera sublime la visión femenina. En un momento, los dos amantes se desnudan bajo la lluvia representando ese bautismo hacia una nueva vida que quieren llevar alejados de convenciones sociales. 


Y quedan más, muchas más. Me acuerdo del final de Desayuno con diamantes, o del principio de La doble vida de Verónica o de la felicidad en Cantando bajo la lluvia, y así tantos momentos más que dejan en ridículo la frase: “como el que oye llover”.  Porque, tenlo claro: si oyes o ves llover, es que algo muy grande está a punto de ocurrir… al menos en el cine.

Entrada publicada originalmente en El Confidencial

2 thoughts on “Como lágrimas en la pantalla

  1. Añado dos películas empapadas de lluvia:
    La primera es "Bajo la lluvia", un drama de alto voltaje rodado por Lewis Milestone en el 32, un homenaje a la mirada morena de Joan Crawford que ni los monzones tropicales consiguen nublar.
    Y después una de las joyas raras y fascinantes del primer Coppola, "Llueve sobre mi corazón", de 1969, cuyo título original es todavía más explícito: "The Rain People". Una pequeña road movie bajo influencias europeas que emociona por su sencillez aparente y por sus grandes interpretaciones.
    P.D: Como tú has señalado, Woody Allen adora las escenas de lluvia, y alguna vez fantaseó con la idea de escribir un guión en el que una pareja de amantes mantiene sucesivos encuentros amorosos en los que siempre llueve.
    Bendita lluvia.

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