Lo sé. Lo reconozco. Estoy perdiendo facultades. Las pocas que tenía. Ya sólo me paso de vez en cuando por aquí a poner un vídeo, a rememorar artículos ya publicados (al autohomenaje, vamos). Pero todavía estoy a tiempo de decir unas cuantas cosas antes de que irrumpan los Óscar (que así es como el Fundeu dice que se escriben, tirándome el mito de que “Oscar” es un nombre que en tierras norteamericanas no se acentúa. Hala, ponte a borrar todos los errores de artículos pasados).
Vi 12 años de esclavitud en plan gonzo. En un cine en Alemania, en versión original y sin un puñetero subtítulo, ni siquiera en teutón, lo que en una película como está, con un marcado acento de ese que se dice sureño, complica un poco las cosas. No hay problema. Todo está bajo control (o eso espero).
Si hay algo en lo que destaca Steve McQueen es en la dirección de actores y en su tremendo gusto para elegir a sus protagonistas, mejor dicho, protagonista: Michael Fassbender (Leer Michael Fassbender, un actor hacia la cumbre), que aquí ejerce de secundario de lujo, dejando paso al portentoso Chiwetel Ejiofor. La estructura de sus películas (anteriores trabajos fueron Hunger y Shame (Leer Shame, retrato de un depredador insaciable) es libiana. La energía que hace girar su cine es la que producen sus actores: ellos subrayan, ellos dan o quitan fuerza. ¿Cuánto les deja hacer? Me imagino que no mucho.
La historia real de Solomon Northup más que cobrar vida, se hace carne. No es alguien que es esclavo y nos cuenta sus penurias. No. Es alguien libre al que convierten en esclavo, lo que hace al espectador
más consciente del drama (ese “yo no debería estar ahí”)
Se me hace difícil explicar por qué no me termina de entusiasmar su cine. No sé, creo que tiene una desafección (quizá también sean los temas que escoge, un tanto delicados, que le llevan a ser así; o porque es así, escoge esos tema, que también) que hace al espectador no saber donde agarrarse, y eso a mí, que me gusta hacerlo, que me gusta escoger un rincón dentro de la historia, me deja literalmente fuera de lugar.
Tengo la sensación de que no ha sabido reflejar el paso del tiempo en una película en la que tan marcado está desde su título. Ejiofor no se puede relajar, ha de mantener en su rostro todo el drama. No hay descanso, no hay contraste: o lo tomas o lo dejas. Y, de repente, han pasado doce años.
McQueen ha optado más por hacer un fresco pormenorizado de la crueldad humana (qué brutal la escena en que intentan colgar al protagonista y alrededor todo sigue su curso, como si nada), de la mediocridad de los ejecutan tan deleznables actos. Pero ¿y qué más? ¿Qué más podrán contar los estudiosos de cine sobre ti, McQueen? ¿Alguien me ayuda a entender esta película a punto de morir de gloria?