Hacía tiempo que tenía ganas de dedicarle tiempo. Conocía alguna de sus escenas y lo mucho y bueno que se había dicho sobre ella como obra significativa de los 70. Pero quizá su director, Sidney Lumet, autor de obras tan significativas como ese Serpico, Doce hombres sin piedad o Tarde de perros, fue quedándose marginado mientras se imponía esa hornada de nuevos directores de la que hablaba Peter Biskind, dejando en los últimos tiempos destellos como su negrísima Antes que el diablo sepa que has muerto.
Más allá de su discurso demoledor sobre la manera en que los contenidos más morbosos y sensacionalistas van carcomiendo el resto de las informaciones de los mass media, de poner al desnudo el verdadero funcionamento del mundo, Network fascina por su capacidad de reflejar las relaciones humanas. William Holden se erige como pivote de todas ellas. La conversación con su mujer acerca de su relación con otra no puede ser más creible y demoledora, sin obviar cierto halo discursivo, pedagógico, que no puede ser de otra forma en un personaje que se muestra tan maduro afectivamente como el de Holden. Y por supuesto también sus diálogos con Faye Dunaway, humana e inalcanzable a partes iguales.
No ha perdido su capacidad de sorprender. No ha envejecido. Al contrario: el tiempo le ha sentado genial. Hay que verla y ahora con más urgencia que nunca.