“Todo ser humano tiene dos profesiones: la suya y la de crítico de cine”. Sí, lo dijo François Truffaut, pero lo pudo haber dicho cualquier ser humano con dos dedos de frente. La crítica, así en general, es una dedicación para la que siempre hay entusiasmo. Pero a la hora de emitir una opinión sobre una película que se ha visto, hay una serie de excusas que son lícitas, pero que no se deberían soltar así, tan a la ligera, y que, por tanto, a las que todo buen cinéfilo debería plantar cara. Empecemos.
La película es lenta. Adoro esta excusa, lo reconozco. ¿Acaso es algo malo? Cada historia requiere su tiempo. El tiempo adopta datos al sentido total de la película. Y si, hay planos que necesitan de largos segundos porque aportan información: tensión, pausa, confusión… Personas que se tragan fascinadas el comienzo de El Hobbit, por ejemplo, pueden ser capaces de decirte que Eric Rohmer es lento. Sin palabras.
No entiendo nada. Algunas películas, como el arte abstracto, no siguen una estructura clara. No vale la pena que nos enfurruñemos: en esto del cine, de vez en cuando hay que dejarse llevar. Uno se tiene que decir es esos momentos: “no lo entiendo pero me voy llenando los pulmones de la atmósfera que se respira en esos fotogramas”. Mullholand Drive es un gran ejemplo. A veces el sentido es ir en contra de las leyes de Aristóteles acerca del relato y basarse, como en la película de Lynch, en la cinta de Moebius, por ejemplo, que aquí, teorías, hay muchas. En general, hay que tener paciencia y no preguntar al de al lado: si tú no te has enterado es porque posiblemente el guionista no quiere que te enteres del todo todavía, y a tu compañero le pasa igual. Silencio.
No pasa nada. En muchas películas parece que es así, que no hay ‘historia’, pero es cuando hay que fijarse en los pequeños detalles que esconde, hacer conexiones entre algunos de sus personajes, identificar elementos simbólicos. Generar al fin y al cabo, un jugoso debate. Un gran ejemplo de esto es el cine contemplativo de Terrence Malick: déjate llevar, pon de tu parte, piensa en las intenciones que pudieron llevar al creador de esas imágenes a filmar un trabajo así.
Es que solo hablan, para eso me voy al teatro. ¿Lo harás realmente? Porque posiblemente el teatro te ayude –si es bueno- a tener paciencia e identificar sutilidades que aportan mucho a la historia que te están contando. El cine se apoya tanto en los efectos que se pueden crear en una sala de montaje, que parece que si nos falta un ralentí o mucho cambio de plano, nos dormimos en la butaca. Muy mal acostumbrados estamos.
No tiene final. Que mal sientan los finales abiertos o demasiado abruptos. Si la película no nos ha ido preparando para su conclusión y esta llega de repente, nos sienta mal. A tanto ha llegado la cosa que hay películas que hasta tienen varios finales, algo que también tiene que ver con el empeño de hacer películas largas para que se luzca hasta la script y haya hueco para todos en esa lista de nominados que las productoras presentan a las correspondientes Academia de Premios. Si bien es cierto que en muchos casos no se sabe cómo terminar y se recurre a estas fórmulas, también hay que volver a lo mismo de antes: las películas deben adecuarse al material, a las intenciones de la historia.
Los actores no me gustan. ¿Has visto la película en versión original? Entonces hablamos de interpretaciones. En muchos de estos casos si se tira del hilo se llega a la conclusión de que se ha visto la película doblada. Si es así, tu opinión nunca podrá estar bien fundamentada, por lo que es mejor evitar el tema.
También hay excusas para defenderse de un ataque:
Es que esto es fantasía. Claro que esto es fantasía, pero incluso ésta debe regirse por una lógica interna para poder ser asimilada por nuestro cerebro, que es humano y no de elfo o de otro tipo de criaturas. Una cosa es hacer uso de la ‘suspensión de la realidad’ y otra hacer lo que me da la gana porque tengo presupuesto para ello (se me ve el plumero tolkiano-jacksoniano). Los límites dan forma. En un relato también. Por eso han de estar muy claros.
Es que en el libro es así (o “en el libro no es así”, en el caso de ser directamente crítica). Los oídos duelen de escuchar esta excusa. Si la vas a utilizar, arguméntala bien, porque las formas de relatar en un libro y en una película nada tienen que ver. Por eso es absolutamente lícito cambiar cosas de un libro si en pantalla no funcionan. Lo que al final importa (y volvemos a lo mismo) es que el resultado sea coherente, que tenga sentido, que tenga fuerza.
Es que así ocurrió en la realidad. Típica excusa para defender películas que adoran bañarse en la, con perdón, mierda del drama. Una película no es la realidad, necesita recortar, hacer elipsis, y añadir, inventar partes, para que las historias funcionen. El guionista y el director te tienen que estar diciendo “te estoy contando esta historia real porque quiero hablarte de este tema o de este otro”, o “porque quiero que veas que vivimos tiempos así de tormentosos”. ¿Por qué volvemos a esto aquí y ahora?, se debe preguntar el espectador.
Bonus track:
Es que si no has jugado con el videojuego, no lo entiendes. Esta la incluyo porque te llega al alma que un fan de Max Payne, película tremendamente floja, se tome la molestia de escribirte para quejarse de algo que has escrito sobre ella. La explicación es la misma que con respecto a la novela: cada lenguaje requiere unos códigos.
Aquí me quedo. Game over.