Con La isla del tesoro todavía entre los libros de la mesilla, no pocas veces soñé con embarcarme en una aventura parecida de búsqueda de cofres llenos de monedas. Sin pensar todavía mucho en el pequeño problema que supondría para una fémina vivir en ese mundo de hombres -por más que Keira Knightley nos quiera demostrar lo contrario (y volvemos a mi vieja obsesión sobre si existe la mirada femenina y, sobre todo, si se tiene en cuenta)-, yo me veía como el grumete que iba a conseguir ganar mucho más que algunas alhajas del botín.
Así surgió la película de toda una generación: The Goonies. De darle forma de guión se encargaría Chris Columbus, más tarde director de Solo en casa; y Richard Donner, el de Arma Letal, la dirigiría. Cumpl 25 años y yo también he podido reírme evocando algunos de sus momentos más graciosos con amigos y compañeros. Especialmente ganaba por goleada el personaje de Gordi (‘Chunk’ en el original) un chico con aptitudes de artificiero: al pobre se le caía casi todo lo que tocaba -acuérdense de la figurita del David de Miguel Ángel perdiendo la parte “que más le gustaba a mamá”- y metía la pata hasta el fondo con los Fratelli. Éstos le pedirían que les contase todo lo que sabía, “desde el principio”, y el chico, claro, les soltaba con lágrimas en los ojos sus bufonadas más clamorosas desde que tuvo uso de razón. Una mina. Sobre todo cuando se juntaba con Slot, el gigantesco ser deforme que parecía homenajear Peter Jackson con su personaje de Gothmog en El retorno del rey.