Quizá fui excesivamente escueta en el anterior post. Pero se debe tener en cuenta que era una ecuación en la que había que introducir los elementos ‘espacio en mis estanterías’ y, sobre todo, ‘economía dedicada al ocio’. Por eso recupero aquí los otros títulos que me dejé en el tintero.
Me quedo con la magnífica atmósfera de El escritor o Shutter Island, y con Origen, para así compararla como se debe con Paprika, visionada hace poco. También con En tierra hostil –sí a sus escenas de suspense, no a sus momentos de ¿reflexión?-, y una recuperación del cine de atracos, The Town, gracias a Ben Affleck, pero a pesar de su aparición en pantalla. Y, por supuesto, hay que ver lo último de Tom Hooper, que confirma lo que ya anticipó en las fantásticas The Damned United y John Adams: es correcto, es directo y hasta emociona. Hay que contemplar El discurso del rey.
También Un profeta y La cinta blanca, sin olvidarse de Vincere –cerca del telefilme, pero no confundirse: Bellocchio sabe condensar el drama en poéticos planos-, o el humor de ultratumba de Enterrado El Robin Hood de Ridley Scott también merece la pena, aunque curiosamente funcione mejor a nivel emotivo que de acción pura y dura: se quedo en collage.
En el terreno del documental o semi-documental, me rindo ante Avalon y su Anvil o Exit Trought the Gift Shop, incluso ante When You’re Strange, aunque me certifique que hay veces que es mejor quedarse con el mito y que con la realidad.
Para reírse sin carcajada muy sonora habrá que cumplir con la tradición de ver a Woody Allen con Conocerás al hombre de tus sueños; echarle un ojo en estos tiempos aciagos a Up In The Air, a pesar de su final un tanto descafeinado. Tienen su gracia dos películas gastronómicas: una histérica, Soul Kitchen; y la otra más reposada, Bon Appetit; y la tontería de cosas como Jacuzzi al pasado, que a pesar de ser un quiero y no puede tiene algún gag digno de volver a verse.
Hay mucha verdad en las interpretaciones de El Cónsul de Sodoma, de Pan Negro, de los secundarios de El gran Vázquez –genial la aproximación a la editorial Bruguera-, lo que les convirtió en interesantes ejercicios de nuestro cine, junto a los ya mencionados.
Dicho todo esto, hay varias lagunas que debería solventar: Ciudad de vida y muerte –me la recomendó un taxista que estaba leyendo mucho sobre otro holocausto: el nazi- Yo soy el amor, Canino, y recuperar Greenberg, estrenada directamente en DVD, o Cyrus y Fish Tank –por Michael Fassbender lo que sea, así que quizá también debería acercarme a Centurión-, que se quedaron agazapadas en la cartelera.
Todas ellas se quedan para un 2011 del que, en breve, os adelantaré algunos deseos.