La primera vez que oí su voz en la radio pensé que parecía sacada de una peli de David Lynch. Encontré cierta impronta de Badalamenti, ese aire retro-intenso de Isaak y el nombre me remató: Lana del Rey. Podía imaginarla en el final de la abstracta y fascinante Mulholland Drive salir al escenario en ese momento cumbre en el que una cantante, también con nombre hispano, Rebekah del Río -de ahí también la asociación-, sale a cantar Llorando.
No iba desencaminada. Curioseando por youtube he podido encontrar algunos vídeos de entrevistas en los que parece a punto de llorar por los nervios, la tímidez o quién sabe qué, porque lo que si que no pierde es esa pose un tanto artificial de retirarse el pelo de la cara y cierto rictus que parecer poseer aquellas que evitan sonreir para intentar ganar alguna batalla a las arrugas.
Y es que verla ha devaluado el interés que me provocaban algunas de sus canciones. Esas uñas largas, esos retoques exagerados, esa melena larga teñida y cuidadosamente ondulada. Todo tan estudiado que da grima.
Su caso me vuelve a demostrar que es mejor, como cuando lees un libro, no tener una foto del autor en la solapa. No querer ir más allá. Apreciar simplemente la obra y dejar a un lado mitomanías. Escuchadla, simplemente. Olvidad Google y Youtube. De verdad.
aguante como se ve. es hermosa