Mi situación actual ha hecho que me replantee de modo obsesivo el tema de la familia. Recuerdo ver hace un año una película (sería en Netflix, el pan nuestro de cada noche), normalita, pero que en un momento de una gran profundidad te decía a través de su personaje protagonista: de qué va ir la vida, si no es de ser padre y ser hijo. Una de las últimas películas de nuestro cine que mejor a captado lo que significa y los sacrificios conlleva ponerse a la tarea de crear una, es este estupendo Cinco lobitos de Aláuda Ruíz de Azúa. Es difícil ser madre sin dejar de ser hija.
Es un tema que suele causar no pocos quebraderos de cabeza, pero que en el fondo nos apasiona. Toca hablar de hermanos y padres, de esas personas que no escogimos para estar a nuestro lado. De que consigamos lidiar con ellos, depende nuestra tranquilidad.
La familia es ese reflejo de nuestra sociedad en pequeñito, ese club de la consanguineidad que a veces nos ayuda a salir adelante cuando nadie puede o quiere, pero que en otras ocasiones se convierte en un peso difícil de cargar a las espaldas. De seres dañados por sus diversas circunstancias están las consultas psicológicas llenas. Los guiones de cine, también, y con ciertas tendencias. Aquí van algunas.
1. Las reuniones familiares, por lo general, no traen nada bueno. Siempre hay una sorpresa, una revelación que permite dejar al descubierto toneladas de hipocresía, viejas rencillas o pequeños secretos ocultos. Celebración era el irónico título de la cinta danesa que inauguraba el dogma y en ella, a partir de la terrible revelación de uno de sus hijos, se ponía patas arriba la gran fiesta de cumpleaños de un padre. La más cercana en el tiempo, Un funeral de muerte reunía en torno al féretro de otro patriarca a muchos familiares y el secreto iba por otro lado y derivaba en no pocas situaciones cómicas.
2. El amor de madre nos puede llevar a terrenos muy peligrosos. Ese personaje de Mildred Pierce, recuperado por HBO hace unos años, interpretada por Joan Crawford en Alma en suplicio era impagable. También los de esas madres que llevan a complejos de Edipo imposibles de superar, como el de James Cagney en Al rojo vivo y su “¡Lo conseguí, mamá, estoy en la cima del mundo!”. Madres pasivas agresivas, madres que no hacen sino aumentar los problemas de sus hijos hay muchas, pero me quedo con la interpretada por Jane Fonda en Gente corriente. Una joya de mujer.
3. El cine y sus géneros (como los libros) tienen un cometido especial: que te estés tranquilito, que para eso te insuflamos miedos e ilusiones. En el capítulo que nos ocupa, el cine romántico ha hecho que muchos hombres y mujeres hayan ido construyendo su camino hacia la infelicidad: se han creído aquello de que existe el hombre o la mujer de tus sueños con un 100 % de fiabilidad. Pero estas fantasías han cumplido su cometido: hacer que te cases y dejes descendencia, que alguien habrá de pagar las pensiones. Y es que si quieres vivir solo, el mundo no está hecho para ti. Son multitud las películas en las que alguien que ha decidido vivir solo se da cuenta de que su vida sería más valiosa si tuviera una familia, pero quizá sea tarde. La más curiosa en este sentido ha sido Up in the Air, con un giro final un tanto discutible.
4. Si se busca el efecto contrario, nada como echar mano de Ingmar Bergman para ver como la institución familiar está llena de trabas. Échale un vistazo a cosas como Gritos y susurros y ponte a templar con los monstruos que se esconden en las relaciones entre tres hermanas. Luego mírate las historias que plantea Woody Allen, precisamente inspirado en Bergman, en la muy depresiva Interiores, en Septiembre o en Hanna y sus hermanas. No te olvides que cines como el austriaco está haciendo mucho por la causa: ese Michael Haneke de nuestros desamores.
5. Recuerda que siempre habrá un hermano díscolo que te partirá el corazón. Que se lo digan a Michael Corleone (Al Pacino), pero también al policía (David Morse, cómo no) de Extraño vínculo de sangre, luchando por sacar adelante a su hermano (Viggo Mortenssen). En Al este del edén, el hermano díscolo era, sin embargo, nuestro héroe, porque comprendíamos sus razones para la rebeldía ante un padre que le hacía el vacío y una madre ausente.
6. Hay también muchos hijos que se ven obligados a hacer de padres, que asumen responsabilidades que les superan. Los Rebeldes de Coppola, esa muy conveniente ¿A quién ama Gilbert Grape? o las magníficas Nadie sabe o Winter Bones, con una Jennifer Lawrence que sí estaba de Oscar. Azul oscuro casi negro, la película que dio a conocer a Sánchez Arévalo, contiene una buena historia, además de derivar hacia otro filón: la mujer entre dos hermanos o al contrario, tan bien explotada en la danesa Brothers, de Susanne Bier.
El acomodador tiene algo que decir: “¿Y de los padres modelo no hablas?”, me dice El acomodador, últimamente muy callado, sobre todo ante tal verano de blockbusters. “Yo siempre me vi como el Atticus Finch de Matar a un ruiseñor”, me suelta. No se ha puesto el listón alto ni nada.
Ante tal asalto, me quedo callada y le digo que sí, que tiene cierto parecido, mientras dentro de mí guardo pequeños reproches como oro en paño para lo que se tercie: reunión familiar o escritura de alguna historia con tintes biográficos.